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La USAID y el oenegismo: postales de seis décadas de intervencionismo

Internacional

Por J. Axel García Ancira


En los primeros días de febrero se informó del desmantelamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por las siglas de su nombre en inglés: United States Agency for International Development).  Su cierre está impulsado por el magnate Elon Musk, quien actualmente desempeña el cargo de Administrador del Departamento de Eficiencia Gubernamental  en el gobierno de Donald Trump. De acuerdo con la información disponible, el costo de operación de esta agencia es de alrededor de 40 mil millones de dólares, lo cual representa menos del 1% del presupuesto federal de los Estados Unidos, una cifra importante considerando que según el propio Trump tienen un déficit presupuestario de 2 mil millones de dólares. 


El cierre de esta agencia, lejos de situarnos frente a una debacle humanitaria, nos invita a pensar en cuáles serán las rearticulación del injerencismo norteamericano en los próximos años. Sin negar que en el mundo hay personas que se han beneficiado con los fondos de ayuda de la USAID, canalizados a través del apoyo a organizaciones no gubernamentales, es fundamental entender el peso que esta agencia ha tenido en la desestabilización de los gobiernos de la región latinoamericana para entender por qué está decisión fue incluso celebrada por la presidenta Claudia Sheinbaum.



USAID y la Guerra Fría 


La USAID surgió a inicios de la década de los sesenta, impulsada por el presidente John F. Kennedy, en el contexto de la Guerra Fría. Cuba era vista como una amenaza socialista a sólo 370 km de la costa de Estados Unidos, por lo que se estableció la Alianza para el Progreso como un mecanismo de propaganda del capitalismo ante la proliferación de movimientos sociales de izquierda, guerrillas, y la temida -por los Estados Unidos- influencia de la Unión Soviética. Desde esa época, los “apoyos de los Estados Unidos” fueron vistos por la izquierda con una mirada crítica. Un ejemplo de ello nos lo da el cineasta guevarista Raymundo Gleyzer en la película, La tierra quema, en la que se retrata a un niño desnudo y en extrema pobreza jugando con una caja de las ayudas de Alianza para el Progreso. 



La tierra quema (1964)  Raymundo Gleyzer.
La tierra quema (1964)  Raymundo Gleyzer.
La tierra quema (1964)  Raymundo Gleyzer.
La tierra quema (1964)  Raymundo Gleyzer.


Por la USAID han pasado una gran cantidad de directores y subdirectores que provienen de la lucha contrainsurgente en América Latina y en el resto del mundo. En algunos casos, la colaboración con las fuerzas de ocupación ha sido evidente: en Irak de la mano del ejército de los Estados Unidos, la USAID localizó grupos disidentes frente a la ocupación militar. En cambio, en otros casos su intervencionismo ha sido camuflado ofreciendo ayuda alimentaria o insumos médicos, pero sin abandonar las intenciones geopolíticas de las administraciones demócratas y republicanas.  


“Inyectando democracia” en América Latina con la USAID


En Cuba la noticia de la probable desaparición de la USAID puso de manifiesto el patrocinio a varios medios de comunicación, cuyo propósito es sembrar el descontento social al interior de la isla. De igual forma, la USAID ha operado patrocinando músicos, raperos y artistas, blogueros, y un sinnúmero de actores sociales que puedan desestabilizar al gobierno cubano. También han utilizado supuestas campañas de salud sexual y de prevención de VIH como estrategia para sembrar campañas de desestabilización contra el que quizá sea el único gobierno en el continente que se declara abiertamente marxista; situación que hacen verdaderamente hilarante las declaraciones de Elon Musk: “la USAID es un nido de víboras marxistas”.


La USAID también ha operado en Bolivia bajo la fachada de apoyo a las comunidades indígenas y de promoción a la democracia. Sin embargo, desde  2013, el presidente Evo Morales expulsó a la agencia y a la agencia antinarcótica de los Estados Unidos (DEA) del país andino.No obstante, la historia de intervencionismo por medio de estas agencias en Bolivia no paró ahí, y en 2011 el gobierno boliviano acusó a la USAID -que ya había sido expulsada- de patrocinar de forma  encubierta a organizaciones indígenas y “ambientalistas” opositoras al gobierno. Esto ocurría en zonas como el Parque Nacional Aguaragüe, donde PDVSA buscaba nuevos yacimientos de gas y petróleo.   En días recientes, el expresidente Morales recordó la expulsión de la USAID y lo definió como un acto que permite caracterizar los principios de su gobierno. 


Sin embargó esta historia en Bolivia  no se limita únicamente al presente siglo XXI, y el intervencionismo por medio de agencias norteamericanas fue incluso inmortalizado desde los años sesenta por el cineasta Jorge Sanjinés, con la película La Sangre del cóndor. Ahí se cuenta la  historia de una comunidad quechua en la que trabaja  un equipo del Cuerpo de Paz estadounidense el cual esteriliza a mujeres sin su consentimiento, hasta que son expulsados de forma violenta por la comunidad. 



Yawar Mallku, La sangre del Cóndor  (1969) de Jorge Sanjinés
Yawar Mallku, La sangre del Cóndor  (1969) de Jorge Sanjinés


La intervención de la USAID en Venezuela merece una explicación aparte, pues más que intervencionismo, se relaciona directamente con la promoción de un golpe de estado. La agencia intentó utilizar la ayuda humanitaria en los momentos más crudos del desabasto de alimentos como una forma de apuntalar la deriva golpista de Juan Guaidó.  La estrategia consistía en que la “ayuda” fuera identificada por el pueblo venezolano como una gestión directa del político autoproclamado presidente, sin embargo, fue mucho más el ruido mediático de tales envíos que el volumen. A esto se agregó el fallido concierto en la frontera con Colombia, cuyos fondos recaudados se presume que fueron malversados.  En 2025 el pueblo Venezolano, pese a las muchas adversidades económicas que aún enfrentan producto de las decenas de sanciones que promueven los EEUU, ha resuelto con soltura el tema del abasto, por supuesto no gracias a la agencia norteamericana. El cierre de la USAID que se promueve en estos días incluso podría ser consecuencia directa del fracaso de estas operaciones fallidas y pagadas por los impuestos de los contribuyentes norteamericanos.  Mala inversión desde el punto de vista del magnate Donald Trump. 


Las acciones de la USAID parecen aumentar en todos los países en donde los gobiernos pudieran contravenir los intereses de los Estados Unidos, y esto no ha sido la excepción en México. En nuestro país es conocido el apoyo que la USAID prestó a la Fundación Mexicanos contra la Corrupción, de Claudio X. González, hijo de uno de los magnates más poderosos, Claudio Gonzalez Laporte, cuya fortuna se estima en 463 millones de dólares. Con apoyo de la agencia por 5 millones de dólares se patrocinaron investigaciones en contra del presidente López Obrador y su familia, se hizo lobby político en contra de la Reforma Energética y de la Nacionalización del Litio, y se patrocinó abiertamente a la alianza opositora y a su candidata candidata Xochitl Galvez. También las actividades de la USAID en México se han relacionado con el patrocinio a la llamada Marea Rosa, con lo que se intentó una desestabilización del estilo revolución de colores, como las que se implementaron en el Este europeo. Pero el intervencionismo de la USAID no se limitó al apoyo a la asociación opositora, sino que también participó activamente en los intentos de boicot a la obra insignia del sexenio de López Obrador: el Tren Maya, mediante la subvención a grupos de ambientalistas que no sólo hicieron una fuerte campaña mediática, sino que también impusieron amparos para entorpecer  la obra. Prueba de la hipocresía de estás denuncias es que en la misma región de la Península de Yucatán, empresas mineras como Calico, filial de la minera estadounidense Vulcan Materials Company, devastaban con impunidad el medio ambiente sin que a las organizaciones ambientalistas patrocinadas por la USAID les importara. También podemos contar entre los beneficiarios de USAID en México al IMCO, que ha actuado en favor de intereses transnacionales en el sector energético. Gracias a cables filtrados de Wikileaks incluso se sabe que sugirieron en tiempos de Peña Nieto que debe aplastar las resistencias de la izquierda y los sindicatos para permitir la privatización del sector eléctrico.



El asistencialismo como imperialismo 


Con la llegada del neoliberalismo a la región, a la par de que aumentaban los niveles de pobreza y desigualdad  el oenegismo se perfiló como la alternativa preferida para quitar responsabilidades al Estado como garante de la seguridad social, el bienestar y los derechos sociales de su población. La USAID forma parte de una lógica asistencialista, que a menudo funciona como compra de conciencias para los países del mal llamado primer mundo: mientras que empresas transnacionales no tienen empacho en destruir el medio ambiente, explotar mano de obra local, perseguir e incluso asesinar a quienes se oponen a sus proyectos neocoloniales, pueden patrocinar a alguna ONG, acción que sirve de lavado de cara y que les permite comercializar su imagen. Con todo ello, el intervencionismo del USAID, como hemos mostrado, se sustenta en la legitimación neoliberal del oenegismo, pero sus prácticas no se limitan a ello, y van encaminadas a la desestabilización de los gobiernos de izquierda en el mundo. 


Así, aunque algunos medios con la cabeza en y desde Norte Global han languidecido ante la inminente desfinanciación de la USAID, sería deseable que mostraran el algún entusiasmo por acompañar la petición del Gobierno mexicano de financiamiento en países donde, producto del Calentamiento Global,  ha crecido la necesidad de migrar, y en donde proyectos productivos como Sembrando Vida podrían ser un respiro frente a las crisis humanitarias que producen los desplazamientos. Pero ¿acaso esto no implicaría cuestionar el modelo de “caridad hacia el mundo periférico” como la única forma de relación que desde el Norte parecen querer hacia los países del Sur global?



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