Análisis: Ningún orden social se destruye a sí mismo: La reacción de las ultraderechas
- INFP
- 23 oct
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Entrevista a Danilo Martuscelli doctor en Ciencias politicas y Morgan Jacobsohn, filósofo y formador popular.
Por J. Axel García Ancira
Coordinación Internacional del INFP
La frase “ningún orden social se suicida” aparece al inicio de la célebre película La hora de los hornos, de los cineastas Fernando “Pino Solanas” y Octavio Getino. En ella se alude a una tradición marxista, particularmente al Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859), en donde se expone que una nueva sociedad no surgirá del simple desgaste del orden social, sino de la violencia revolucionaria. Quizá hoy más que nunca la resurrección de las ultraderechas y los nuevos fascismos nos obligue a pensar como el desgaste del capitalismo que ya pasó por la reconversión de estado de bienestar a neoliberal y que hoy muestra una nueva etapa de crisis de los dogmas de la globalización, no sólo no devendrá en un horizonte por sí mismo, sino que requiere de una acción y praxis revolucionaria para su transformación. México no está ajeno a este debate, y el relanzamiento del PAN con un lema directamente relacionado con las ultra derechas europeas y sudamericanas, y que remite incluso al franquismo y el fascismo italiano, nos urge a pensar más allá de las pifias de su presentación, en cómo podemos interpretar este vuelco desde una perspectiva de época. Por ello entrevistamos a dos especialistas en el tema, Danilo Martuscelli, doctor en Ciencias Políticas, que ha estudiado la derecha brasileña, y a Morgan Jacobsohn, filósofo y formador popular quien también ha dedicado sus análisis a la relación entre derechas y crisis sistémica.
Para el doctor Danilo, es importante primero desmitificar el fascimo, como un movimiento burgués o de las élites oligárquicas, pues del pleno reconocimiento de la disputa de cómo se inserta en las subjetividades es cómo podemos entender lo que hay detrás de su auge.
“En ese momento surge una fuerza que no es ni la tradicional ni tampoco el progresismo, que son justamente esta base reaccionaria de masas, movimientos neofascistas que no son movimientos burgueses inicialmente; son movimientos que después pueden ser dirigidos, cooptados en sus intentos por la burguesía, por los sectores de gran capital, pero son fundamentalmente movimientos formados por sectores de la clase media, de la pequeña burguesía, incluso del medio capital […] Otro elemento que aparece en la coyuntura es una ofensiva brutal de la burguesía contra los intereses de los trabajadores. Una crisis de hegemonía que se pronuncia en la escena de la burguesía, pero hay un proceso de ofensiva profunda de ésta contra los trabajadores, que se presenta con las contrarreformas neoliberales en varios países de América Latina […] Y otro elemento que explica esa crisis, que genera ese proceso de fascistización, tiene que ver con la crisis ideológica generalizada. O sea, aquí lo que Gramsci llamó interregno, que García Linera ha llamado tiempo liminal, donde hay un cambio, hay muchos resentimientos y frustraciones, y las fuerzas que tienen mayor capacidad de manifestarse, de organizarse, que están más preparadas para la batalla cultural, ponen gente en la calle e imprimir un proceso de derechización, como el caso que está ocurriendo en muchos países” resaltó el doctor Martuscelli.
Una de las preguntas que frecuentemente se hace cuando nos cuestionamos sobre el regreso de proyectos de la derecha en América Latina, es hasta qué punto las gestiones y gobiernos de los llamados populismos han sido responsables por acción u omisión. Si bien cada uno de los gobiernos tienen sus particularidades, es loable preguntar, ¿hasta qué punto estos gobiernos han sabido dar respuesta a los vaivenes de los precios de los commodities de los cuáles dependen muchas de las economías en Nuestra América?
“No ha habido una evolución de estos proyectos en distintas fases, y sobre todo en materia económica. Lo vimos muy claramente en Argentina: llega Macri, endeuda al país y aplica políticas neoliberales brutales. Después regresa el peronismo —lo pongo entre comillas— con Alberto Fernández, e impulsa, pues, muchas medidas en términos formales de derechos, pero en la práctica estos no se cumplen. Hay una gestión terrible de la economía, y esto genera que la población, pues, voltee a ver a alguien como Milei, con un discurso aparentemente antiestablishment, igual que Trump, pero que no lo es, por supuesto, sino que es un representante pleno de los intereses de los capitales transnacionales. Pero la gente se va con la finta. ¿Por qué? Porque hay una crisis profunda de reproducción social que no se solventó con los proyectos progresistas. Por otro lado, tenemos una crisis de hegemonía del sistema y de legitimidad política. Entonces, cada vez hay más desasosiego, más malestar, menos confianza en las instituciones políticas y en el sistema económico, pero tampoco la izquierda ha presentado alternativas que puedan realmente aglutinar este descontento para construir una nueva hegemonía en torno a un proyecto distinto” comentó Morgan Jacobsohn.
Para el educador popular y filósofo Morgan Jacobsohn estamos viviendo una crisis estructural, que afecta directamente en la tasa de ganancia, es decir en las posibilidades de que el capitalismo se reproduzca de forma “común” que es con mercancías que puedan crear mercancías y que éstas encuentren su mercado. Pero, ¿esto está relacionado con el ascenso de fascismos, nuevas derechas y conservadurismo? ¿Son los nuevos mandatarios personeros de un capitalismo en decadencia? Citemos en extenso al también Maestro en Educación Jacobsohn:
“Cuando digo “crisis estructural”, creo que sí se debe entender con más detalle qué quiere decir esto, que por un lado está sobreacumulado el capital, está sobreacumulada la riqueza; lo vemos: 1% de la población global tiene más o menos el 50% de la riqueza en el mundo, hay una saturación de los mercados; pero cada vez hay menor capacidad de consumo porque está sobreacumulado el capital, y esto, al mismo tiempo, hace que los capitales no inviertan desde 2008, casi todo el neoliberalismo, como se financiarizó la economía, dejó de tener inversión productiva, salvo el caso de China, pero en términos generales la inversión real se fue perdiendo y, sobre todo desde 2008, en una economía estancada hay menos inversión todavía, en estas circunstancias los capitales tienen que buscar nuevos espacios de acumulación”.
Morgan Jacobsohn continúa, ahondando sobre cómo ante la crisis económica y la incapacidad de las masas de trabajadores de participar del mercado ante la precarización, el capital necesita liderazgos violentos, racistas y militaristas, capaces de abrirle nuevos senderos. Si bien es común en los días recientes ver imágenes de Milei regocijándose del genocidio en Palestina, y rogando a los Estados Unidos por apoyo económico, al mismo tiempo esto ocurre enmedio de un empobrecimiento de las clases trabajadores, aumento de tarifas, congelamiento de sueldos y nula inversión en salud o educación. ¿Cómo están estos hechos relacionados? Morgan continúa:
“De fondo se trata de una acumulación militarizada, es una forma de despojo de los grandes capitales que se deshacen de población superflua —vista así por ellos, por supuesto— y así se adueñan de un espacio donde hay recursos naturales y que además les da entrada en la disputa por abrir más espacios en toda esa región, que es una región muy rica, pero además la guerra en sí misma es una forma de acumulación, es un gran negocio, y ahora, como cada vez hay menos espacios de acumulación —el mundo está saturado, el mercado está saturado—, pero no hay capacidad de descarga de ese capital, se tienen que abrir de manera violenta nuevos espacios de acumulación, por eso insisto en que, más allá de las particularidades que tome el fascismo en cada país —en Estados Unidos, en Brasil, en Argentina—, estas formas comparten el hecho de que, de manera violenta, pretenden abrir nuevos espacios de acumulación: simplemente las políticas de Milei o las trumpistas son un despojo brutal hacia la clase trabajadora, hacia el pueblo en general de sus países, recortando gasto público, aumentando el gasto militar, fortaleciendo sistemas de control policial. Están garantizando un montón de negocios a las élites capitalistas con las que están aliados, por supuesto, es una fracción de la clase capitalista transnacional la que impulsa este proyecto.”
Así, surge desde una lectura que trascienda en análisis y que pretenda una teoría para la transformación la pregunta sobre qué papel deben jugar las izquierdas que actualmente están en el poder, y los partidos que buscan volver tras el pronto agotamiento de los proyectos de derecha que sufren hoy en todo el continente un rápido desgaste. La clave podría estar en la búsqueda de la soberanía económica como parte de una bandera permanente y no sólo ante la espada de Damocles que ponen las potencias hegemónicas sobre las cabezas de los países latinoamericanos, ya no sólo mediante el FMI y el Banco Mundial, sino ahora con el más abyecto intervencionismo, y trastocando todos los pactos y reglas del comercio internacional. Para Danilo Martuscelli:
“La izquierda, las izquierdas, tienen que ofrecer respuestas a esas múltiples dimensiones de clase, por lo tanto, a la dimensión socioeconómica, la dimensión étnico-social, de género, sexualidad y gestión ambiental, las nuevas izquierdas tienen que poner esos elementos en escena de la discusión y pensar la articulación que se puede tener entre el antifascismo y el antineoliberalismo, porque los progresismos —muchos de los progresistas de América Latina y otras partes del mundo— no rompieron con el neoliberalismo, sino que reformaron su modelo intentando acomodar ciertos sectores de las burguesías y también de las clases populares; tenemos que pensar un proyecto que pueda unificar esos dos elementos. Por ejemplo, ahora en Brasil, cuando Trump avanza con los tarifazos, después de mucho tiempo aparece la bandera de la soberanía nacional, y eso fue fundamental para que Lula saliera de la total defensiva en la que se encontraba y pudiera dar la batalla cultural que está ahora en curso en Brasil.
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